[pro_ad_display_adzone id=”5458″ popup=”1″]1. Hablar en diminutivo.
Los pueblos originarios se expresaban con los niños de una manera más cariñosa que con el resto de la gente, llamándolos con apodos tiernos como cocoton (migajita en náhuatl), o nishi (pequeño en hñahñu). Esta es una costumbre ha sobrevivido hasta nuestros días, no solo en nuestro trato a los más pequeñitos, sino en el uso que hacemos de los diminutivos en nuestro día a día. ¡Ahorita ya sabes de dónde viene esta costumbre!
2. Bañarse dos veces al día.
Al llegar los españoles a nuestro continente notaron que la población era extremadamente limpia y que, además de bañarse dos veces por día en ríos y arroyos, todas las casas contaban con un temazcalli (una casa donde se suda, en náhuatl). Y que ambas cosas eran parte de la rutina diaria de aseo personal. Cabe destacar el contraste con las costumbres de los españoles, que casi ni se bañaban.
3. Hacerse tatuajes.
En el mundo prehispánico, los tatuajes eran considerados un símbolo de valentía, pues en aquellos tiempos se hacían con espinas de cactus. Los tatuajes, además, contaban historias, leyendas y hazañas y, cuando se veía a una persona con un tatuaje, de inmediato se sabía que tenía algo que contar. La Iglesia Católica trató de “satanizar” el uso de tatuajes y, si bien aún hay mucha gente que asocia el tatuaje con la delincuencia, los mexicanos no le tememos a llevar historias escritas en nuestro cuerpo.
4. Lavarse los dientes después de cada comida.
Es bien sabido que los nativos del continente americano siempre fueron muy limpios, y el cuidado de los dientes no fue la excepción. Para ello usaban una mezcla de miel y cenizas de tortilla, ya que la miel es antibacteriana y las cenizas funcionan como un pulidor para los dientes. Los españoles se mostraron muy sorprendidos al notar las sonrisas blanquísimas de los indígenas quienes, además, conservaban su dentadura hasta la muerte.
5. Llama “escuincles” a los niños.
El Xoloitzcuintle es una raza de perro nativa de México. Estos perritos carecen de pelaje y pueden tener tres tamaños distintos. Son perros que de pequeños son muy inquietos, celosos y hasta groseros con los desconocidos, aunque muy cariñosos con su dueño. Además, nunca se cansan de jugar. Creo que no hace falta explicar más, ¿no?
6. Comer raspados.
Se cuenta que el Señor Motecuhzoma II, Señor de Tenochtitlan, ordenaba traer nieve desde el volcán Popocatépetl solo para que le fuera preparado un manjar hecho de nieve, jarabe de frutas, flores, vainilla o miel. Era un postre tan exclusivo que solo la nobleza podía consumirlo. En nuestros días, y aunque siguen siendo un manjar de reyes ¡todos podemos acceder a los deliciosos raspados!.
7. Celebrar un santo diferente en cada pueblo.
Cuando llegaron los españoles, se encontraron con que cada villa o pueblo contaba con una deidad patrona diferente y que la misma tenía un día especial para ser celebrada. Mucho tiempo después, a raíz de la invasión europea, los templos fueron derribados y las deidades originarias fueron suplantadas por santos católicos. Sin embargo, hoy persiste la costumbre de celebrar al santo patrono del pueblo. Hay tantas versiones de vírgenes y de cristos, que es imposible no pensar en aquellas tradiciones indígenas en las que una misma deidad podía tener diferente nombre, según el lugar en el que se la adorara.
8. Comer tortilla y picante.
Los mexicanos no podemos pasar un día sin comer tortilla o picante. Lo hemos heredado de nuestros padres y ellos de sus ancestros. La comida nativa no sufrió grandes transformaciones desde la invasión europea y solo se le agregaron nuevos ingredientes llegados de otros continentes. Estas adiciones mejoraron los sabores y, aunque crearon algunos alimentos nuevos, la esencia es la misma hasta nuestros días. Creéme que la historia de nuestro pueblo se podría contar a través de la tortilla y el picante…
9. Que las mujeres lleven cabello largo.
Cuando lo españoles arribaron a nuestro continente, se encontraron con que las mujeres lucían con gran orgullo sus cabelleras largas y negras. Para ellos, sin embargo, era algo representativo de suciedad. Es por esto que durante muchos siglos, e incluso hasta hace muy poco tiempo, se consideró que llevar el cabello largo era algo antihigiénico. Las mujeres mexicanas, sin embargo, han hecho oídos sordos, y la mayoría aún opta por llevar el cabello largo.
10. Beber agua de frutas.
Esta costumbre les resultó muy extraña a los europeos, puesto que allá no se conocía la enorme variedad de frutas que hay en México. Era (¡y es!) tal la abundancia de frutos que, además de comerlas, nos podemos dar el lujo de mezclarlas con agua o con miel para tomarlas.
11. Curar los malestares físicos con hierbas.
A pesar del desprestigio que sufrieron las hierbas, producto del colonialismo primero y de las compañías farmaceúticas después, la historia nos recuerda que para nosotros no hay nada mejor que consumir lo que nos ofrece la tierra para curar los malestares. Infusiones, tés, ungüentos, etc. Para que te des una idea, en la biblioteca de Texcoco, que fue destruida por los españoles, se contaba con un registro de al menos ¡3000 tres mil plantas curativas!
12. El ingenio para hacer cosas con pocos materiales.
Según los textos de los cronistas de los españoles, estos sintieron una gran admiración por la gran creatividad de los indígenas. Hoy en día sucede exactamente lo mismo, los mexicanos muchas veces no necesitamos de herramientas especiales para realizar nuestras tareas y nos basta lo básico para solucionar nuestros problemas: unas pinzas, un alambre y un desarmador. Si eres mexicano ¡sabes a lo que me refiero!.
13. Celebrar el culto a la muerte.
Desde antes de la llegada de los españoles, en el actual territorio mexicano siempre se vió a la muerte como algo natural, como una transición inevitable por la que hay que sentir respeto y veneración, pues es la última de nuestras moradas. Actualmente, los mexicanos convivimos con la muerte en una relación de respeto y humor. Es muy natural para nosotros hablar de ella sin sentir ofensa e incluso existe un culto moderno que tiene su hogar en la Ciudad de México, como también lo hubo hace más de 500 años, con la particularidad de que la deidad mexica entonces llamada Mictlantecuhtli (señor del Mictlán) ahora es llamado “Santa Muerte”. Es un culto que crece día a día