Hice un viaje no sólo para conocer lugares y personas nuevas, sino para conocer una mejor versión de mí. Tenía un destino definido, pero la vida me llevo a otro completamente diferente, acababa de terminar mi carrera universitaria pero lo único que yo buscaba era huir, quería irme lejos y estar sola, NECESITABA estar sola, así que emprendí el viaje.
Desde que me subí al avión sentí una sensación muy extraña, emoción, nervios y tristeza a la vez, jamás en mi vida me había subido a uno y mi primera vez duraría casi 12 horas. Me confortaba saber que a partir de ese momento nadie sabía quién era yo, nadie me conocía, ni sabía de qué estaba huyendo.
Al llegar a Madrid decidí no descansar, salir a explorar, conocer, tocar, ver, comer, caminar horas y horas sin un destino fijo; apenas llevaba dos días allí y ya había recorrido la mayor parte de la ciudad, hecho amigos y visto hasta peleas callejeras.
Mi siguiente destino fue Inglaterra y fue ahí donde descubrí que mi lugar favorito de todo el mundo era justo enfrente del Big Ben y que salir a caminar pasada la medianoche no era nada extraño, que por el contrario, era la mejor hora para hacerlo y de paso, para hacer amigos. Visité Oxford por casualidad el día temático de “Alice in Wonderlad”, uno de mis cuentos favoritos, y yo formaba parte del cuento ahora… Después en Londres, presencié el recorrido de la Guardia Real y más tarde visité las memorias de “Jack the Riper”, el asesino serial más enigmático de todos, que por cierto, el tema criminal me apasiona.
Francia fue el tercer país donde estuve, disfruté de su comida, de su gente, sus museos, sus perfumes (una obsesión mía), su arquitectura… pero el lugar que más disfruté, fue Valle de Loire, una pequeña población que parece sacada de un cuento de hadas con sus castillos y hasta la magia que se respira estando en ella. Podría relatar todo TODO lo que hice porque lo recuerdo claramente, y al hacerlo, puedo experimentar de nuevo cada sensación.
Ese viaje cambió mi vida, no sólo por los increíbles momentos vividos, todo lo que vi, la gente hermosa que conocí, las anécdotas, etc… Si no por los aprendizajes que me dejo, porque en cada lugar donde estuve hice mis propias costumbres; el salir a caminar al anochecer y casualmente perderme en el camino, pero siempre regresaba a donde tenía que. Fue cuando descubrí que no importa que tan perdida estuviera siempre encontraba el camino de vuelta y eso fue lo que me trajo de regreso a mi país.
No huía de nadie ni de nada, huía de mí y ni estando del otro lado del mundo podría deshacerme de mí misma, así que enfrenté mi realidad y me di cuenta de que había muchas cosas que hacer, miles de lugares que conocer alrededor del mundo, lugares a los que anhelo volver y otros más que deseo visitar por primera vez, hay aún una infinidad de viajes que vivir y mil oportunidades más para perderme, pero esta vez con la convicción de volver para ir por más, porque cuando uno se pierde en realidad se está buscando.
Aprendí que viajar no es solo conocer y disfrutar, a veces también puede ser doloroso y triste, puede inundarte de miedo o de inmensa felicidad, pero el camino cambia algo en ti y deja una marca no sólo en tus recuerdos, también en tu vida, dejas algo en el viaje, pero te llevas algo de él también.
Relato por: Karla Guerrero | Twitter @iikarla
¿Qué opinas de este relato, te ha pasado algo así? Envía el tuyo usando mi página de contacto.