“Me fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido en lo absoluto”.
Al salir de casa hacia un nuevo viaje, generalmente lo hacemos con una imagen o expectativas determinadas sobre lo que estamos por ver, conocer o sentir, ignorando que gran parte de su encanto recae en lo imprevisible. La incertidumbre ante lo desconocido despierta una atracción casi magnética en el hombre que lo hace aspirar hacia realidades distantes y provoca en su entendimiento un cambio definitivo. Esta nueva amplitud de paradigmas agudiza nuestros sentidos y nutre nuestro conocimiento a través de la experiencia.
Viajar es mucho más que moverse de lugar a lugar, es dejarse llevar por el dinamismo del espíritu humano, salir de uno mismo. Viajar se trata de una aceptación tácita hacia un nuevo estilo de vida, en el que se prescinde de las comodidades cotidianas a cambio de una concepción más pura y auténtica del propio entorno. Despertar cada día en un sitio diferente, conocer a personas con visiones distintas enfocarse en las preocupaciones meramente elementales, producen una adicción a una libertad tan desconocida hasta entonces que nos hace sentir vueltos a nacer.
Resulta cada vez más frecuente observar a mexicanos encontrándose con nuevas culturas y aventurándose hacia destinos remotos. Sin embargo, también es común percatarse de que el mexicano que vuelve a casa adopta una postura apática y se sumerge en una melancolía que le impide ver el potencial de su propio país, en lugar de encausar su aprendizaje hacia el mejoramiento de su realidad. El ser viajero debe implicar un compromiso de congruencia, predicar un estilo de vida en todo momento y no únicamente cuando efectivamente se está de viaje.
Asimismo, y recordando los planteamientos de Jung sobre la sincronicidad de dos eventos simultáneos con el mismo sentido pero sin un vinculo causal entre ellos, puede considerarse que el viajero se encuentra en ese mismo nivel de afinidad intelectual que aquellos que atraviesan (o atravesaron) una experiencia similar a la suya. Derivado de lo anterior, resulta evidente que los viajeros que se encuentran con otros en sus mismas circunstancias, entablarán entre ellos una relación de amistad con una facilidad que resulta de sus lazos ideológicos compartidos. Al final me he dado cuenta de que mis viajes dejan de medirse en kilómetros y países para medirse por los amigos que hice y las experiencias que viví.
Me encuentro a punto de partir al viejo continente donde recorreré algunas ciudades nuevas y escondidas y otras que ya tengo la oportunidad de conocer.
Para este viaje cuento con el apoyo de patrocinadores como mochileros.com.mx con quiénes siempre adquiero mis viajes y mi tienda de costumbre, donde encuentro todo mi equipo deportivo y de aventura deportehabitat.com.mx a los cuales recomiendo ampliamente si quieren iniciar su propia aventura.
El artículo anterior fue escrito durante una buena plática en conjunto con Eduardo Sánchez uno de mis grandes compañeros de viaje.