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Día uno: de camino a la Toscana desde México

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No dormimos. Literal.

La noche previa al viaje se fue entre pendientes y decisiones de último minuto. A las 2:00 am, ya resignados, terminamos reservando un Airbnb en Positano para dos noches. No era el mejor momento para hacerlo, pero al menos nos permitió acostarnos un rato, aunque el descanso fue mínimo.

Rumbo al aeropuerto

Salimos rumbo al aeropuerto antes de las 7:00 am. El trayecto fue rápido, unos 40 minutos, sin tráfico. Era domingo y la ciudad todavía estaba tranquila.

Entramos directo a la sala VIP. Desayunamos, me pedí un café frío que estaba bastante malo, así que mejor lo dejé. Para cambiar el ánimo pedimos una cerveza, más para relajarnos que por sed. Con eso empezó oficialmente el viaje.

Primer vuelo: México – Madrid

Salimos a tiempo para el abordaje. En el mostrador revisaron nuevamente los pasaportes y, por suerte, no pesaron las maletas. En el avión nos tocó sentarnos juntos y todo salió puntual. En ese momento ya íbamos camino a Madrid, la primera escala antes de llegar a Italia.

Siempre me ha gustado la frase “Buen viaje”. Me remonta a otra época, cuando viajar implicaba aceptar que las probabilidades de que algo saliera mal eran reales.

Llegada a Madrid de madrugada

Aterrizamos a las 4:07 am (hora local).

El vuelo fue cómodo: comimos bien, me tomé un par de cervezas y un par de vinos, sirvieron pollo como comida y huevito en el desayuno. No sé bien si dormí o no, pero tampoco me sentía devastado. En México apenas iba a ser de noche y aquí ya estaba amaneciendo.

Decidimos pasar a la sala VIP de Madrid para intentar llegar un poco más descansados a Florencia.

La escala en Madrid

Al entrar, aparentemente me cobraron el acceso, a pesar de que todavía tenía entradas pendientes. Fueron alrededor de 70 euros, algo que espero poder reclamar después.

El lugar estaba bien: no mucha variedad de comida, pero sí buena oferta de bebidas, suficiente para pasar el tiempo.

Nos quedamos ahí unas 3 o 4 horas. Uno de nosotros se quedó dormido y el otro simplemente dejó pasar el tiempo, viendo gente y tomándose un par de vinos.

Segundo vuelo y llegada a Italia

Al final abordamos. El abordaje prioritario no valió mucho la pena; éramos demasiados y el espacio para el equipaje ya estaba lleno, así que la maleta terminó más lejos.

Tardamos un poco en despegar, pero una vez en el aire sí logré dormir un buen rato.

Y así, sin mucha ceremonia, llegamos a Florencia.

Un día sin postales, pero necesario

Este primer día no tuvo paisajes ni grandes momentos, pero marcó el inicio real del viaje: cansancio, decisiones de último minuto y esa sensación extraña de cruzar husos horarios mientras el cuerpo todavía no entiende dónde está.

A partir de aquí empieza Italia de verdad.

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