Primer día en Königs Farm, el campamento de Fried Mund Sonnemann el hombre más solitario de alemania.

No sé si has jugado Zelda y recuerdas la parte en la que Zelda toca su ocarina. Bueno, era justo el amanecer cuando de repente escuchamos una canción misteriosa que salía de un clarinete, no es broma. La melodía continuó sonando y sonando, despertando a mi compañera de campamento que dormía en la cama de al lado. Nos miramos sorprendidos y en confusión, ¿alguien estaba tocando esa música? Me levanté y me asomé a través de las mal colocadas tablas de madera en las paredes del granero y vi a Sonnemann con un clarinete en la mano tocando esa canción. Después de un tiempo y al ver que no entendíamos que su melodía significaba el comienzo del día y que debíamos bajar, comenzó a llamarnos con su voz profunda, gruesa y opaca.

“Wake up, its time to start (Despierten, es hora de comenzar)”.

El inicio de cada día se daba en el desayunador, un espacio improvisado rodeado de vegetación en el que se disponía una gran mesa para compartir la primera comida del día. Fue todo un descubrimiento el desayuno que nos ofrecieron: agua de lluvia, leche pasada o té para beber, peras, semillas y una variedad de alimentos saludables. Con cada bocado rezaba por no enfermarme.

El desayunador en Königs Farm

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